Se acuerda absolutamente de todo, y con a penas esfuerzo es capaz de volver a vivir todas las sensaciones de sus perfectos días. Le encantaba, no, amaba su nueva vida, haciendo lo que le apetecía, atenta y divertida. Hasta que su nerviosismo le avisaba de la vuelta a su anarquista casa, donde la única regla era disfrutar, hacer lo que apetecía. Ella, creadora del juego y él, su chico.
Que bajase la pitrina era la señal que la llevaba directa a morirse de deseos y así, hasta el final, amaneciendo abrazados, durmiendo, desnudos..
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