Salvaje y natural

sábado, septiembre 3

Cierra los ojos

Imagina que cientos, miles de hormiguitas comienzan a subir por tus pies. Y estrujas los dedos, intentas mover piedras con tus piernas, sin hacer ningún cambio. Avanzan despacio dándote un suave masaje que sigue ascendiendo, lentamente, por tus piernas, por tu cintura, por tu ombligo. Que las cosquillas hacen que se te pongan los pelos de punta, y que un escalofrío recorre tu espalda, uno interminable, helado y con efecto despertador, haciéndote estremecer. Imagina que por tu tripa pasan huracanes, que se te encoge el estómago y que solo quieres más de esa sensación, como un vértigo agradable. Un precipicio por el que te asomas sabiendo que puedes volar, que las mariposas te han dejado sus alas y que ahora eres el viento. Un águila que sabe que el cielo es suyo. Que esas alas te llevarán a mil sitios, te harán sentir mil sensaciones, pero nunca te dejarán caer. Que no hay gravedad, que flotas. No estás a tres metros sobre el cielo; el cielo eres tú. Un cielo con miles de estrellas, de esas que ves en las noches de verano tan lejos. Y comienzan a caer las fugaces, y comienzas a pedir deseos, y hay tantas estrellas, y tantos sueños, que comprendes que te quieres quedar ahí para siempre, haciéndolos realidad y descubriendo que esta solo se cumple con tu ilusión, concediendo a cada uno lo que da, y que tú te has ganado el cielo.
Ahora abre los ojos. Y no sueñes con todas esas sensaciones. Simplemente, siéntelas, las tienes a tus pies.

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